La procrastinación no es pereza: es autocrítica, exigencia, perfeccionismo y síndrome del impostor.

Jun 12, 2025

¿Querés saber qué te lleva a procrastinar?

Te lo explico en forma simple en este posteo. 

La autocrítica, la exigencia, el perfeccionismo y el síndrome del impostor generan que una tarea se vuelva emocionalmente muy difícil de realizar, llevándonos a procrastinar para evadir el desafío. Probablemente todos podamos identificarnos en mayor o menor medida con estos patrones de pensamiento, pero que los experimentes no quiere decir que te manejen. Te voy a contar un poco de qué se trata cada uno, y cómo podés controlarlos.

1.La procrastinación no es pereza: es autocrítica.

La autocrítica es cuando te hablás mal a vos mismo, te culpás de todo lo que sucede, y sos muy exigente con tus errores, entonces cada error, por mínimo que sea, lo percibís como una falla personal. Este tipo de pensamiento, en lugar de ayudarte a mejorar, incrementa tu carga emocional, te hace sentir mal, te baja la autoestima y te frena, haciendo que incluso los proyectos más manejables se sientan abrumadores. La autocrítica aumenta el riesgo de la procrastinación porque, al anticipar un pensamiento crítico sobre tus resultados, te resulta menos doloroso postergar las tareas que enfrentarte a tus críticas sobre el posible fracaso. 

En lugar de criticarte cuando algo no sale como lo planeaste, capitalizá ese desvío como un aprendizaje. Por ejemplo, si algo no te sale bien, desde la autocrítica podrías decirte: “Soy un desastre”, “Nunca hago nada bien”, “¿Cómo pude ser tan tonto?”. Este tipo de diálogo interno no ayuda, solo genera más inseguridad, ansiedad y miedo a equivocarte. Aprendé a hablarte con compasión y decite:  “La próxima vez lo hago distinto”. Aprender a identificar la autocrítica y cambiarla por una voz más amable es clave para avanzar con confianza.

Thomas Edison logró crear el foco después de cientos de intentos fallidos, en lugar de recriminarse, cada error fue una lección que lo acercaba al éxito, y su cita celebre dice: “No he fracasado, he encontrado 10.000 formas que no funcionan”.    Aprendé de los desvíos o errores en lugar de frustrarte, y tomá cada intento como una oportunidad de crecimiento.

2.La procrastinación no es pereza: es exigencia.

Vivimos en una sociedad donde la exigencia es vista como una característica positiva, y esto hace que no nos demos cuenta del costo gigante que trabajar desde la exigencia tiene para nosotros, porque la exigencia es un modo de realizar las cosas, un camino para llegar a un objetivo, pero hay otras maneras de realizar el mismo recorrido y llegar al mismo lugar, probablemente de una forma más amigable y feliz para vos.

Las personas exigentes se ponen estándares muy altos, a veces imposibles de alcanzar, lo que genera un temor constante de no estar a la altura de sus propias expectativas. El exigente se asegura de subir tanto las expectativas que se compromete a pasarla mal. El no disfrutar de lo que están haciendo es una característica de los exigentes, esto pasa porque en general, nada les alcanza, y así, una tarea que podría ser simple se convierte en algo abrumador, y el cerebro responde postergándola.

Es clave pasar de una mentalidad de hacer las cosas desde la exigencia a una mentalidad de hacer las cosas desde el disfrute: “Estoy haciendo esto porque quiero hacerlo, elijo hacerlo, y disfruto del proceso”.  Cuando disfrutamos lo que hacemos, la productividad fluye de manera más natural y el estrés se reduce. Enfocarte en el proceso en lugar del resultado final, te permite conectar con el presente y encontrar satisfacción en cada pequeño avance. Reemplazar la presión por la pasión, crea un entorno mental más positivo, lo que te ayuda a trabajar sin la carga de tener que hacerlo perfecto: el disfrute genera energía, mientras que la exigencia la agota. Acordate, la exigencia es un modo de hacer las cosas que no es favorable para vos, elegí hacerlas de otra forma, disfruta del proceso que te lleva a la meta. 

3.La procrastinación no es pereza: es perfeccionismo.

Todos queremos hacer bien las cosas pero, ¿qué pasa cuando ese hacer bien se convierte en buscar la perfección? ¿Alguna vez dejaste sin terminar una tarea porque no estabas seguro de que fuera perfecta? ¿o te encontraste revisando algo una y otra vez, sin llegar a sentir nunca que estaba bien?

El perfeccionismo es querer hacer todo sin errores, es sentir que nada es válido si no es perfecto, pero eso es la punta del iceberg porque detrás de esa creencia se esconde una profunda vulnerabilidad, el miedo a equivocarse, al juicio de los demás y a la autocrítica, al fracaso, o a no ser suficiente, lo que lleva a la procrastinación como mecanismo de defensa: La obsesión por hacer las cosas perfectas se vuelve un obstáculo porque el miedo que te genera equivocarte paraliza la acción y terminás procrastinando o directamente abandonando tu objetivo. 

Te decís: ‘“lo voy a revisar una vez más, todavía no está listo”, y lo que estás haciendo en realidad es evitar enfrentar tu miedo a no cumplir con tus estándares imposibles. En lugar de avanzar, como perfeccionista te quedás paralizado por tu propia expectativa. 

La clave es trabajar en aprender a aceptar la imperfección, aceptar que el error es parte del crecimiento, que al hacer nos equivocamos, pero también aprendemos. 

Cambiá tu autodiálogo a frases como: “¿Qué puedo aprender de esto si no resulta como espero?”, esto minimiza el miedo al fracaso y aumenta tu disposición a intentarlo. Abordá las tareas con mayor compasión por vos y  libertad de acción, eso además te va a llevar a volverte más creativo.

4.La procrastinación no es pereza: es síndrome del impostor.

¿Te pasa que dudás de tus propias habilidades, incluso cuando estás preparado y tus logros son evidentes? Si sentís un miedo constante de que, a pesar de los logros obtenidos, de haber alcanzado metas admirables y haber recibido reconocimiento por tus esfuerzos,  vas a ser descubierto como un “fraude”, probablemente sufras del síndrome del impostor. 

Las personas que lo experimentan tienen la sensación de no merecer los logros propios, de no ser lo suficientemente competentes y de que en algún momento los demás se darán cuenta de que no están a la altura de las expectativas. Lo sorprendente es que, cuando este pensamiento nos invade, podemos tener pruebas de nuestras habilidades y logros, pero no nos las creemos, sino que atribuimos el éxito a la suerte o a circunstancias externas. Esta autopercepción tan negativa te genera inseguridad y una presión constante por demostrar habilidades que creés que no poseés realmente. Como resultado, experimentás una intensa ansiedad al enfrentar tareas o proyectos que sentís que están fuera de tu alcance, lo que directamente lleva a la procrastinación. 

Al posponer tareas, evitpas temporalmente la posibilidad de confirmar tu temor de que te perciban como un impostor. La procrastinación se convierte en una forma de protección emocional para no enfrentar la “prueba” de ser expuesto como “insuficiente”. El problema es que esta evasión termina alimentando tu síndrome del impostor, ya que cada tarea pendiente, te refuerza la creencia de no ser capaz.

Para romper este ciclo, es clave que reconozcas tus logros, confíes en tus capacidades, que aceptes que el crecimiento implica cometer errores y aprendas a enfrentarlos sin verlos como pruebas de tu valor personal.

Siempre animándote,

Tu coach, Aixa

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